viernes, 26 de abril de 2013

“El globo blanco”, una película de Jafar Panahi (1995)



Ficha técnica:



Título original: Badkonak-e Sefid

Guion: Abbas Kiarostami

Género: Drama

Duración: 85 minutos

País: Irán

Palmarés: "Cámara de Oro" a la mejor película en el Festival de Cannes 







Sinopsis:


El primer día de la primavera se celebra en Irán el Año Nuevo. La ciudad rebosa festividad y ajetreo a partes iguales. Razieh, una niña de siete años, sueña con conseguir el tradicional pez dorado de esas fiestas, pero no uno como los que nadan famélicos en el estanque de la modesta casa familiar, ella desea el lustroso que sirve de reclamo en un escaparate. Casi todos los personajes de la película aparecen en la escena inicial que se desarrolla en un mercado de Teherán, aunque no son introducidos en la trama hasta su momento oportuno. Con la ayuda de su hermano Ali, un par de años mayor que ella, convence a su madre para que le dé el dinero necesario para comprarlo. Pero el camino hasta la tienda donde venden peces dorados es muy largo y está lleno de peligros. Razieh, sola y desamparada, vive toda clase de peripecias antes de conseguir lo que quiere: pierde el dinero, lo recupera, se lo roban, se le cae por una cloaca. Al final, los hermanos reciben la ayuda de un joven afgano vendedor callejero de globos.


Primer plano:

Una de las joyas de saldo que encontré el pasado año rebuscando en cajones low cost fue El globo banco, una obra maestra del cine iraní, opera prima de Jafar Panahi con guion del aclamado Abbas Kiarostami (director de una de mis películas favoritas del género, A través de los olivos, en la que el propio Panahi fue ayudante de dirección). El largometraje, titulado Badkonak-e Sefid en persa, ha ganado numerosos premios internacionales, incluyendo la “Cámara de Oro” en Cannes, y hasta el British Film Institute lo ha considerado una de las cincuenta películas que todos deberíamos ver durante la adolescencia. El punto de arranque de la historia es de lo más sencillo: En la tarde del Año Nuevo iraní, una pequeña de siete años se encapricha de un pez dorado que ve en el escaparate de una modesta tienda. La simplicidad de la trama engrandece lo pequeño hasta límites insospechados. El viaje iniciático por las calles de Teherán de la pequeña protagonista lleva al espectador a reflexionar sobre lo bueno y lo no tan bueno que caracteriza al ser humano. La pérdida de valores no es una opción para este director iraní que, de forma magistral, realiza un retrato de la sociedad atemporal en el que el individuo es libre para elegir sus virtudes o sus defectos. Gracias a esta particularidad universal la tensión es continua a lo largo de una historia narrada casi en tiempo real.

Jafar Panahi es un cineasta perseguido por el régimen iraní de los ayatolás al punto de haber estado encarcelado varios meses durante 2009 y 2010. A finales de ese mismo año fue condenado a seis años de cárcel y a veinte de inhabilitación para hacer cine. No puede viajar al extranjero ni conceder entrevistas. Panahi ha perdido su libertad y lucha por sus derechos. Y mientras eso ocurre en Irán, aquí proliferan los peligrosos mediocres con ciertas pretensiones que se atreven a prejuzgar contenidos, que los difunden por la red sin consentimiento de sus autores (no me hagas hablar del caso de la menor de Twitter, por favor) y a encorsetar a quien libremente ejerce su libertad de expresión. ¡De auténticos mamarrachos está lleno nuestro país! En fin, créeme cuando te digo que El globo blanco es una película humilde y de pocas pretensiones que alcanza en ochenta y cinco minutos de proyección altas cotas de maestría. Todo apunta a que, pese a quien pese, la cotidianidad bien entendida puede considerarse una obra maestra.


 


Plano subjetivo:

Miro a los ojos de mi hijo a diario y me pregunto si su fondo seguirá siendo siempre blanco. Si mantendrá esa dulzura tan particularmente suya. Si aún querrá ser de mayor "quien vende las chuches en el quiosco". Si me dará esos maravillosos masajes suyos cuando intuya que el dolor se come mis articulaciones. Estoy segura de que el mundo a través de sus ojos debe de resultar un lugar maravilloso en el que vivir. Miro a los ojos de mi hijo a diario y me pregunto si en todo eso tendré yo algo que ver.


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